jueves, 26 de mayo de 2016

En el ojo de la tormenta


Hay personas que te turban, que te inquietan, por las que te sientes extrañamente atraído, atraído por su mente, por su ser que ahí dentro yace en el mismísimo fondo de la tormenta; y buscando un pequeño intercambio de palabras estúpidamente sueltas cualquier cosa con afán de parecer mínimamente interesante. Esas personas pueden ser aún más estúpidas que las palabras que has soltado para cautivarlas. Pero te da lo mismo, solo quieres saciar la curiosidad del espíritu, algo así como una sensual conexión entre almas que no puede estar más alejada de la carne, de la mera atracción sexual. Es un bello paseo entre almas libres e inocentes, sensibles criaturas que aún buscan su lugar en este mundo y se confortan al encontrarse en la misma situación.

martes, 10 de mayo de 2016

La espinita de la nostalgia.

 
Mi nombre siempre le ha parecido raro a la gente, o ha despertado curiosidad como mínimo. Hay personas a quienes incluso les sonaba divertido. Tiene sus puntos a favor: la gente suele acordarse de él. Aunque lo más normal es que se acuerden de que mi nombre sonaba extraño pero no se acuerden de cómo era realmente y entonces inventen versiones de lo más divertidas. Derivados de frutas, hortalizas, hasta juegos bastante estúpidos de palabras, incluso. Añaden letras, sílabas, o las quitan. Tomé, Tomeo, Tomero, Tolomeo, Timoteo, Romeo, Romeu, Tomás, Tadeo también… y un largo etcétera. La situación suele ser la siguiente:
 
-Hola, soy Tomeu-.

-¿Qué?/¿Cómo?/¿Tomeu, has dicho?-.

-Sí, Tomeu, con “u” al final-.

-¿Es portugués o algo?- me dijo un profesor de historia el mes pasado. Se lo conté pero no me prestó demasiada atención. Pero luego se acordaba de mi nombre perfectamente, y me hacía gracia. Bueno, o como he dicho antes, se acordaba de que era algún nombre raro.
Lo siguiente es explicarme, sí, bueno, es que soy catalán, de Barcelona, y vivo en Soria pero he acabado estudiando en Valladolid y…
 
-¿Y qué haces aquí?- esta es un poco fulminante porque es una pregunta que hasta yo mismo me hago y acaba por revolver mis entrañas.
-¿Y qué opinas de la independencia de Cataluña?- esta me la ha hecho algún portero de una discoteca después de que le enseñara el DNI.
- No jodas… ¿eres mallorquín? Ese nombre es de Mallorca–. En ese momento se me iluminaron los ojos. Puede que incluso se me humedecieran. Lo que estaba claro es que no podía ocultar mi sonrisa. Qué cosa tan maravillosa. Qué pequeño y hermoso suceso. Qué pequeña casualidad tan oportuna… Ambos, divertidos, un tanto asombrados, con la espinita de la nostalgia dejándose entrever y vibrando ligeramente conmovida en nuestro interior. Me hizo especial ilusión escuchar unas pocas palabras en mallorquín, fue como un suave cosquilleo placentero de un sonido familiar y lejano, íntimo.