domingo, 24 de mayo de 2015

Bendito desorden literario.

- Vamos a ordenar los libros de encima de la mesa.-
- ¿Por qué?-  pregunto. Ya siento que tendremos que ponernos manos a la obra.
- Me gustaría tener una mesa donde poder desayunar- vaya, hombre, yo desayuno en el mármol de la cocina, pienso.
- Pero… es apoyo emocional. Mira, es con solo verlos ahí… Aleixandre, los quarks estos de un tal Fritzsch… a ti te gusta eso, seguro; Nietzsche por ahí… apoyan moralmente, contribuyen a la atmósfera de estudio… - igual cuela, ¿no?
- Quiero desayunar.-

Entonces cojo un libro aleatorio y leo un verso en voz alta - siempre al alcance de la mano, claro, bendito desorden – con tal de convencerle de que el desorden es bueno y acogedor.

La mesa estaba llena de libros y papeles, partituras, apuntes que nunca releo y cien veces reescribo y cien veces más se acumulan sobre esos otros. La pila de libros. A veces me gusta retocar las pilas de libros para que queden bonitas. No es lo mismo una pila de libros que se erige vertical que una que la repartes en varios montoncitos. Es más delicado. Creo. Además, ya no sería una pila de libros, serían varias pilas de libros más pequeñas. Es repartirlas bien en el espacio, coherentemente. También hay un par de atlas mazacotes por ahí encima, sí, buah, el de The Times es tan genial. El único problema es que la mesa circular donde todos se acumulan ha quedado tan invadida que ya nadie puede desayunar. Así que, o desayunas en la cocina o desayunas en la mesa del ordenador mientras tienes el ratón por ahí entrometido, estorbando y peleando con tu croissant. O cruasán. Bueno, y luego está esa antología de poesía de las letras hispánicas que creo que soy yo el único que la ha sacado de la biblioteca (un par de veces seguidas) en los últimos cuatro años.

El problema está en cómo ordenar la mesa, cómo reorganizarla. Si los libros están encima de la mesa porque no había otro espacio posible en ninguna estantería, ¿dónde coño piensas ponerlos ahora? ¿En una pila de libros en el suelo? ¿Encima del sofá? Pero en el sofá hay carpetas amarillas y azules. Bendito desorden literario. Bendito desorden acogedor de poesía y letras. Desayunemos en la cocina, que luego pasear por la sala, mientras estudias, es más interesante.

-¿Pero me ayudas a recoger la mesa o no?- Claro, ante la situación me he puesto a escribir esto, je.

- Mmm…-  Se me han acabado las excusas para la pereza. Debería contribuir. Lo único bueno de recogerlo todo es que igual encuentro mis llaves.

martes, 19 de mayo de 2015


Hay un llanto encerrado,
Hay un lamento iracundo,
Hay una garra escondida,
Hay un grito reprimido,
Hay un grito angustiado, acorazado,
Hay una palabra que brama, una expresión ofuscada,
Hay una dicha valerosa, una máxima egocéntrica,
Hay un verbo apagado, un verbo minimizado,
Hay una decepción paulatina, una caída vertiginosa,
Hay una vorágine recóndita y oscura,
Hay una piedra que pesa en el pecho,
Hay una piedra que busca liberarse de ataduras,
Hay una espina que pretende vociferar de rabia mordida,
Hay un dolor que siente que no siente,
Hay una conmoción que siente que no calma,
Hay un ala inhóspita,
Hay un viento que no alza el vuelo,
Hay un hostil pensamiento,
Hay una indiferencia acumulada,
No hay lugar.
No hay sitio.
No hay noche hospitalaria.
No hay soledad hermana.
No hay.
No hay.
No.
No.

… hay una esperanza calcinada
Unas cenizas debilitadas
Una luz contemplativa
Una leve fría brisa
Una hierba del jardín que pincha la piel
Un rayo de sol que entra por la ventana
Un ligero cruce de caminos que posibilitan
Una serenidad blanca
Un recuerdo vívido y vivaz
Una tornasolada melancolía
Una pequeña lágrima, débil lágrima
Una ternura de nostalgia
Un abatimiento
Unas teclas blancas
Unas manos refinadas y blandas
Unas caricias
Una melodía lenta


martes, 5 de mayo de 2015

Las mentes inquietas y las personas tranquilas.

Decididamente, creo que soy de mente nerviosa. Aunque esto choca de frente con la calma aparente con la que llevo todas las cosas. Eso no es que no tenga prisa, más bien creo que soy de naturaleza distraída, que tengo muchas ideas en la cabeza y mi atención va más hacia dentro que hacia fuera. Por eso soy de mente nerviosa. Porque muchas veces acabo sorprendiéndome traqueteando con los dedos sobre la mesa y mirando al infinito y apurando las horas del reloj mientras escudriño cualquier conflicto interno. Luego, por fuera, parezco un tranquilo. Así que, decididamente, creo que soy nervioso hacia dentro, no hacia fuera. Me es más reconfortante que no haya demasiado movimiento a mi alrededor, eso me pone nervioso, me inquieta (aunque depende del tipo de movimiento). Eso también puede significar que sea sensible al ruido, aunque entonces no lograría explicar el porqué de mi habitual impuntualidad, aunque tampoco tiene relación con el ruido, claro. Supongo que un “nervioso externo” se apuraría siempre para llegar a la hora que le reclaman. En cambio, yo no encuentro el momento para dejar de hacer las cosas que estoy haciendo y lo apuro al máximo hasta el punto que acabo llegando tarde. Luego se me acusa de calmado. Bien, pues calmado externo. No interno. Porque por dentro siempre estoy inquieto. Luego me sorprendo soltando dichas inconexas e incoherentes con la situación. “Qué día más bonito”. Pero el día es que es bonito. Ahora bien, el tener una mente inquieta o el traqueteo de los dedos y el no estarse quieto no significa, necesariamente, hacer las cosas rápido. No. La rapidez no va asociada. La mente inquieta y nerviosa tiene que analizar y darle mil vueltas a las cosas (también es bastante autónoma y presta poca atención a las cosas que no le interesan) y eso lo retarda. ¿Eso quiere significar constancia? Pues no lo creo. Tampoco me considero una persona constante y perseverante, más bien “voy a golpes”, como me dijeron un día. Impulsos internos, nerviosos y lentos, no perseverantes. Y con lo que he dicho de autonomía, pues bien, sí. Me pone nervioso que me metan prisa en aquello que no tengo prisa. Estoy mirando la pared y pensando en alguna cosa, no me metas prisa, no soy un calmado, solo tengo una mente inquieta y esa inquietud no pienso dirigirla a cosas que no me interesan lo más mínimo, no es que sea un procrastinador natural o un tranquilo, en el sentido casi malo, solo quiero ir a mi aire.