martes, 14 de enero de 2014

Revolución de sabores.

Se nos ocurrió la magnífica idea de ir a comer a un buffet libre, un Wok chino de 6,70€. No sé si ellos consideran que te cobran la entrada como si fueras al cine o si te cobran en plan menú extendido a un número indefinido de platos. Así que, resumiendo, te cobran 6,70€ por comer. Lo calificamos de ganga. Comer lo que quieras hasta saciarte lo que quieras a precio de un triste McMenú. El tío Donald era la alternativa. Pero esta vez los americanos perdieron. Y ahora mismo me ha venido una idea a la mente mientras escribo: ¿podríamos sustituir al “Tío Sam”, que está pasado de moda, por el “Tío Donald”, o por “El King” de Burger King que tiene más gancho? Lo siento McDonald’s, aunque soy más de tu comida. En fin, la globalización ha hecho que llegue un Wok justo en el lugar en que estábamos. También ha hecho que llegue un Kebab justo al lado, pero era más caro.

La comida estaba toda incluida. Esto es peligroso. Cuando te levantas a llenar el plato comes por los ojos y acabas creando montañas de lechuga y tomate mezcladas con ensaladilla rusa, barritas de cangrejo, pasta de colorines y rollitos de primavera. El momento culminante, el punto crítico, llega a la hora de escoger la salsa. Tienes que tener la mente despejada y las ideas bien claras. Escoges la salsa del color más divertido y la rocías muy generosamente sobre tu montaña de alimentos. Puede ser que te salga bien la jugada o que destruyas tu paladar con una confusión de sabores indescifrables.

Me acuerdo que mi amigo, mi hermano y yo planteamos la posibilidad de vivir eternamente en el lugar. Vuelvo al debate del principio. Es decir, ¿qué pasa si entras en el restaurante y no sales? ¿Hay límite de tiempo para zampar? ¿Si pagas la entrada puedes quedarte todo el tiempo que quieras? Mientras estábamos conversando sobre estas inquietudes vino la camarera con sus finísimos modales orientales y nos preguntó qué queríamos beber. No había botellas de agua grandes de esas de dos litros así que tuvimos que conformarnos con una sola botella de medio litro para tres personas. Era gracioso. Enseguida se acabó el agua y pedimos otra botella igual. Mi hermano preguntó sagazmente: ¿pero la bebida está incluida? Y la china, disculpándose sobrecogedoramente, nos respondió que no y se fue al ver las expresiones de nuestras caras. ¡Nos decepcionó que no estuviera incluida el agua! En un buffet libre que la bebida no estuviera incluida y te la sirvieran en botellas de medio litro de cristal era un punto negativo puestos a gastar poco. Costaba 6,70€, y nos habíamos hecho la idea de que costaba 6,70€. Quiero decir que si sumabas botellas de agua no era tan maravilloso. Se me ocurrió la brillante idea de coger la botella vacía e ir al baño a llenarla con agua del grifo y ahorrarnos así más botellas de agua de medio litro. Actué con discreción porque podría romper todos los protocolos de comportamiento en un Wok. Podríamos haber pedido agua del grifo a la camarera. Pensándolo bien, hubiera sido interesante la reacción de la camarera si le hubiéramos pedido agua del grifo. Igual hubiera creído que era una muestra de nuestra indignación y no le hubiera sentado bien. Aunque no sé por qué te van a mirar mal por pedir agua del grifo. El caso es que quise aventurarme en aquella hazaña. Volví con la botella llena y pudimos beber agua del grifo y nos supo mejor. 


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